#FICValdivia “Dracula”, de Radu Jude: Una reinvención histórica y política del mito

por Nathalia Olivares
Radu Jude, uno de los cineastas más provocadores del cine rumano contemporáneo, presenta con Dracula (Rumania, Austria, Luxemburgo, 2025) una reinterpretación audaz del mito del conde más famoso de la literatura, situándolo en un contexto histórico y político que desafía las expectativas del género. Con una duración de 170 minutos y presentada en la sección Nocturama, la película combina elementos de cine histórico, documental y de ficción, creando un relato expansivo y reflexivo.
La narrativa se centra en el joven Vlad Drăculea y su entorno en la Valahia del siglo XV, abordando no solo su figura legendaria como Vlad el Empalador, sino también el entramado político, social y militar de la región. Jude desplaza la atención del terror gótico tradicional hacia un análisis histórico y psicológico del personaje, explorando la violencia, el poder y la complejidad moral de su entorno.
Visualmente, Dracula es una obra imponente. La cinematografía de Marius Panduru combina planos largos con composiciones meticulosas que evocan tanto la majestuosidad de los paisajes rumanos como la tensión política del período. Cada escena está cuidadosamente construida, permitiendo al espectador absorber los detalles de la época, desde vestuarios y escenarios hasta gestos y rituales cotidianos.
El guion, escrito por Jude, enfatiza la dimensión política del mito. La película examina las alianzas, traiciones y conflictos internos que moldearon la historia de Vlad Drăculea, al mismo tiempo que cuestiona las narrativas heroicas y nacionalistas que han rodeado su figura a lo largo de los siglos. En este sentido, el filme funciona como un comentario crítico sobre la memoria histórica y la construcción de mitos.
Las actuaciones son igualmente destacables. Los actores logran equilibrar la humanidad y la crueldad de sus personajes, transmitiendo la complejidad de un período marcado por la violencia y la incertidumbre. Jude evita estereotipos y caricaturas, ofreciendo interpretaciones matizadas que enriquecen la narrativa y permiten una conexión más profunda con los protagonistas.
El ritmo de la película es deliberadamente pausado, reflejando la meticulosidad del director y su interés por la contemplación histórica. Esta cadencia invita al espectador a sumergirse en los detalles del contexto, desde la política de los principados hasta la vida cotidiana de sus habitantes, generando una experiencia inmersiva y reflexiva.
La música y el diseño sonoro complementan la atmósfera de manera efectiva. Combinando elementos de composición tradicional rumana con silencios estratégicos y sonidos ambientales, la banda sonora refuerza tanto la tensión dramática como la majestuosidad de los paisajes y escenarios históricos.
Dracula se destaca también por su enfoque crítico hacia la representación del mito en la cultura popular. Jude cuestiona la fascinación contemporánea por la figura vampírica, proponiendo una mirada más humana y realista, donde la violencia y el poder son herramientas históricas y políticas más que elementos sobrenaturales.
Presentada en Nocturama, la sección dedicada a películas de corte más experimental y de autor, la obra confirma la audacia estética y narrativa del director. La película no solo reinventa un mito conocido mundialmente, sino que también invita a reflexionar sobre la historia, la memoria y los mecanismos del poder.
En conclusión, Dracula de Radu Jude es una obra de cine histórico y político que combina rigor estético, profundidad narrativa y crítica social. Con una mirada renovadora sobre la leyenda de Vlad Drăculea, la película ofrece un relato complejo y provocador que desafía las expectativas del público, consolidando a Jude como uno de los cineastas más importantes y originales del cine contemporáneo.
