LINKIN PARK EN CHILE: Un renacer emocional en el Estadio Nacional

por Carolina Farías
Ocho años después de su última visita, Linkin Park volvió a Chile con una presentación que trascendió lo musical. El Estadio Nacional fue testigo de un reencuentro cargado de historia, lágrimas y euforia. Con Mike Shinoda al mando, la incorporación de Emily Armstrong en la voz y Colin Brittain en batería, la banda reafirmó su identidad en la gira From Zero, un manifiesto de reinvención que honra el legado de Chester Bennington sin intentar reemplazarlo. Fue una noche de catarsis colectiva y de renacimiento.
Desde temprano, los alrededores del estadio se llenaron de camisetas negras, banderas y carteles con mensajes de agradecimiento. La jornada comenzó con Tenemos Explosivos, encargados de abrir con energía y actitud ante un público que los recibió con entusiasmo, demostrando que el rock chileno puede compartir escenario con los más grandes. Luego, Poppy regresó al país con un show impecable que combinó teatralidad y potencia, confirmando su estatus como una de las artistas más llamativas del circuito alternativo.
Pasadas las nueve, un contador en las pantallas marcó la cuenta regresiva. Cuando llegó a cero, el rugido del público fue ensordecedor: Linkin Park apareció en escena y el Estadio Nacional se convirtió en un solo grito. Con "Somewhere I Belong" como punto de partida, seguida por "From the Bottom" y una temprana y emotiva "Crawling", el grupo selló un arranque tan intenso como nostálgico. Armstrong, vestida de negro, caminaba con firmeza mientras su voz cargaba con el peso de la historia, proyectando respeto y fuerza en cada nota.
El sonido fue impecable: cada instrumento perfectamente definido, cada visual medido para acompañar el pulso de las canciones. El bloque medio del show transitó entre lo nuevo y lo clásico con temas como "Lost", "Waiting for the End", "Burn It Down" y "The Catalyst". En esos pasajes, Shinoda se mostró más comunicativo que nunca, interactuando con el público, agradeciendo la energía chilena y recordando con emoción los años difíciles. "Han pasado muchas cosas, pero verlos aquí nos hace sentir vivos otra vez", dijo antes de Waiting for the End, desatando un coro masivo.
Emily Armstrong se ganó definitivamente al público en Two Faced, uno de los temas más viscerales del nuevo álbum, donde su potencia vocal se desbordó hasta alcanzar un grito desgarrador. "¡Emily, Emily!", coreaban miles, aprobando su presencia como una extensión natural del alma de la banda. Minutos después, un momento inolvidable: Shinoda bajó del escenario durante One Step Closer, entregando su jockey a un fan y provocando una explosión de emoción en las primeras filas.
El tramo final fue una sucesión de himnos. "What I've Done", "Papercut" y "Numb" levantaron al estadio completo, con miles de luces de celular iluminando la noche. Cada verso, cada grito, fue un recordatorio de por qué Linkin Park sigue siendo una de las bandas más queridas de su generación. La conexión entre Shinoda y Armstrong, junto a una base rítmica demoledora, generó una sensación de comunión total entre banda y público.
Para el cierre, más energía de parte de la banda con In the End, desatando saltos, lágrimas y una ovación que estremeció al estadio. Luego, para un final inolvidable, Faint desplegó el sentimiento que se grita por los fans de nunca más ser ignorados. Una reverencia, los saludos de la banda y una sonrisa cómplice entre sus miembros marcaron el fin del show. En ese momento, la multitud sabía que no era un adiós, sino un hasta pronto.
Linkin Park demostró que no se trata solo de sobrevivir al paso del tiempo, sino de renacer con él. Con una ejecución impecable, una voz nueva que respeta el legado y una producción majestuosa, la banda ofreció uno de los conciertos más memorables del año en el Estadio Nacional. En Chile, su historia no se cerró: volvió a abrirse, esta vez con la certeza de que su fuego sigue ardiendo más vivo que nunca.
