RUSOWSKY EN CHILE: La dimensión atípica de un genio musical

por Loreto Murga
Después de años difíciles, se habló mucho de la ruptura de la simulación: un absurdo que se filtra en la vida cotidiana. Anoche, en el teatro Coliseo de Santiago, ese glitch se hizo visible: rusowsky, acompañado de tres músicos, ofreció un concierto que osciló entre lo irreal y lo hiperreal, una celebración de su universo musical y del colectivo rusia-idk.
Ruslán Mediavilla, ya respetado en el underground y con cierto reconocimiento internacional, sorprendió con la magnitud de la reacción ante su música. "malibU", su hit más reciente, logró captar la atención de grandes audiencias pese a su naturaleza experimental, un verdadero glitch: un artista que desafía las reglas del pop llenando un recinto de gran capacidad.
El concierto arrancó con fuerza con "Johnny Glamour" y "ALTAGAMA", mostrando un rusowsky vulnerable y energético a la vez. Temas como "Brujita" y "4 Daisy" dieron paso a momentos más íntimos, mientras "SOPHIA" y "CELL" pidieron introspección. La ausencia de coristas y la banda reducida exigieron un control total sobre la interpretación, y el público navegó entre la emoción y la expectativa ante cada fragmentación sonora.
La banda, compuesta por sintetizadores, batería y guitarra, supo equilibrar minimalismo y complejidad. Canciones como "pikito", "neo roneo" y "(ecco)" exploraron ritmos tropicales, electrónica y breaks, mientras "pink + pink" y "99%" recuperaron energía con dinamismo y precisión. La ejecución de rusowsky evitó que la experimentación se volviera ininteligible, manteniendo coherencia incluso en los momentos más abstractos.
El concierto continuó alternando hits y piezas menos conocidas. "KINKI FÍGARO" y "Liit" se convirtieron en momentos de comunión con el público, mientras que "BBY ROMEO", "Gata", "So So" y "project tu culo" consolidaron la mezcla de teatralidad y cercanía que caracteriza al artista. Cada tema reforzó la sensación de estar ante un espectáculo único, donde el riesgo y la emoción se combinan.
La primera parte del cierre mostró fuerza y emoción: "mwah :3", "malibU" y "Dolores" unieron al público en un latido colectivo, mientras que "VALENTINO" funcionó como himno y apoteosis final. La mezcla de clímax y glitch —imperfecciones controladas— hizo que la velada se sintiera imprevisible y auténtica, reforzando la idea de que la música puede emocionar incluso cuando se sale de la estructura convencional.
La velada también fue un ejercicio de comunidad. Los recuerdos proyectados en pantalla del colectivo rusia-idk, los abrazos y la cercanía del público con el artista recordaron que la música no es solo sonido, sino memoria compartida y celebración de la amistad. Rusowsky, visiblemente emocionado al piano, convirtió estos instantes en momentos de pura vulnerabilidad y autenticidad.
Salir del Coliseo fue presenciar algo singular: un concierto que no buscaba la perfección sino la experiencia, donde glitch y emoción se combinan para generar catarsis colectiva. Rusowsky confirmó que el pop puede ser experimental, comunitario y emocional a la vez, recordando que la imperfección también puede conquistar.
