The Smashing Machine»: la fragilidad del campeón

por Nathalia Olivares
La nueva biopic de Benny Safdie, The Smashing Machine, ofrece un retrato crudo de Mark Kerr, leyenda olvidada de las artes marciales mixtas en los años noventa. La película marca un cambio radical en la carrera de Dwayne Johnson, quien abandona su habitual rol de héroe de acción para sumergirse en un personaje vulnerable y profundamente humano. La cinta combina drama personal, épica deportiva y exploración de la adicción, ofreciendo una experiencia intensa y, en ocasiones, incómoda.
El filme sigue la vida de Kerr desde su ascenso como campeón de UFC y Pride hasta su lucha contra la dependencia a los opioides. La narrativa expone el costo físico y emocional de la excelencia deportiva, así como la presión que recae sobre un cuerpo que es a la vez herramienta y prisión. La relación conflictiva con su exesposa Dawn Staples, interpretada por Emily Blunt, añade una dimensión íntima, mostrando cómo la adicción afecta las relaciones y el equilibrio emocional.
Análisis fílmico
Benny Safdie estructura la película en tres ejes principales: la carrera deportiva, la crisis de adicción y la búsqueda de redención. Dwayne Johnson entrega una interpretación corporal impresionante, habiendo ganado más de 14 kilos de músculo y utilizado prótesis faciales para encarnar a Kerr. Su actuación transmite vulnerabilidad y tormento interno, mostrando que detrás del apodo de «La Máquina» existe un hombre frágil y atrapado. La química con Blunt potencia el drama, destacando la tensión y la codependencia emocional.
El guion navega entre el retrato humano y la épica deportiva, aunque en ocasiones se percibe fragmentado. Safdie evita el cliché del héroe invencible y presenta un descenso auténtico hacia la adicción, pero ciertos pasajes sobre la recuperación de Kerr resultan apresurados. A pesar de ello, la fuerza de las actuaciones mantiene al espectador conectado con la historia, haciendo que la vulnerabilidad del protagonista sea el eje emocional de la cinta.
La narrativa también profundiza en la presión insostenible que enfrentan los atletas de élite. Los combates no son meros espectáculos; son experiencias físicas y psicológicas extremas, que muestran la tensión entre la gloria y el dolor. La película equilibra, de forma irregular pero efectiva, la violencia del octágono con los conflictos personales, logrando un retrato multidimensional de la vida de un campeón.
Análisis visual
Maceo Bishop, director de fotografía, logra recrear la crudeza de los noventa mediante el uso de película de 16 mm y un estilo granuloso que emula metraje antiguo. Los encuadres y la textura visual transportan al espectador directamente al ambiente descarnado de las MMA, lejos del glamour moderno. La cámara se acerca a los cuerpos golpeados, captando cada movimiento, cada músculo tenso y cada herida, reforzando la sensación de inmersión en el octágono.
La iluminación y la composición visual refuerzan el tono dramático del filme. Luces duras y sombras profundas acentúan los contornos de los cuerpos y el desgaste físico de Kerr, mientras los planos de los combates transmiten brutalidad y cercanía. La estética visual subraya tanto el tormento físico como la vulnerabilidad emocional del protagonista, integrando el estilo fílmico de Safdie con un realismo casi documental.
El montaje juega un papel clave en la construcción del drama. Los cortes entre los combates y la vida personal de Kerr crean un ritmo que refleja la tensión constante de su existencia: no hay respiro ni glorificación gratuita de la violencia. Esta aproximación permite que el dolor y la fragilidad del campeón se perciban de manera palpable, fortaleciendo la experiencia sensorial de la película.
Las escenas de lucha son especialmente destacables por su realismo. Sin efectos ni exageraciones cinematográficas, la cámara muestra el impacto de cada golpe, la fatiga de los cuerpos y la desesperación de los atletas. Esta representación sin adornos transforma los combates en metáforas visuales de la fragilidad humana y del precio de la fama deportiva.
En conclusión, The Smashing Machine es un biopic imperfecto pero poderoso. La interpretación de Dwayne Johnson redefine su carrera y se convierte en la fuerza central del filme. La dirección de Safdie y la estética visual intensifican la crudeza de la historia, mostrando que detrás de un campeón hay un hombre vulnerable. La película es un retrato honesto y conmovedor del costo humano en un deporte brutal, que combina drama visceral, épica deportiva y reflexión sobre la adicción y la fragilidad.

