Weezer en Fauna Primavera 2025: una celebración que se sintió como reencuentro

por Nathalia Olivares
Weezer volvió a Santiago para cerrar la primera noche de Fauna Primavera 2025 con una actitud que mezcló humor, nostalgia y un cariño evidente hacia el público local. Desde que Rivers Cuomo soltó un espontáneo "wenas noches", quedó claro que la banda venía con ganas de jugar y de reencontrarse con una audiencia que la esperaba con paciencia y entusiasmo. El ambiente era casi familiar, como si todos hubieran llegado a ver a una banda que conocen de memoria y aun así sienten curiosidad por ver qué harán ahora.
El tránsito entre escenarios durante el final de Stereolab creó un pequeño caos delicioso: gente mirando hacia un lado, escuchando hacia el otro, y calculando el segundo exacto para correr. Weezer lo aprovechó sin pudor, haciendo una prueba de sonido tan ruidosa y energética que parecía un mini show anticipado. Cada golpe de batería y cada acorde soltado por Bell o Wilson era una invitación abierta para apurarse y asegurar un buen lugar. El telón ni siquiera había subido y ya había electricidad en el aire.
Cuando "My Name Is Jonas" marcó el inicio oficial, la multitud explotó como si llevara conteniendo el aire desde la última vez que la banda pisó Chile. Las visuales inéditas acompañaron cada tema con diferentes guiños estéticos, desde animaciones retro hasta escenas cercanas al sci-fi. Incluso cuando un ovni digital apareció como una de las imágenes principales, el público lo celebró con la soltura de quien entiende que Weezer no se toma demasiado en serio a sí mismo, pero sí toma en serio su conexión con ellos.
El setlist se movió entre hits incuestionables y reliquias inesperadas, jugando con la intensidad como quien controla un dimmer emocional. Canciones como "Hash Pipe" o "Island in the Sun" elevaron la energía hasta el punto exacto para mantener el festival despierto, mientras que rarezas como "Longtime Sunshine" sirvieron como pequeños respiros, momentos casi íntimos donde el público podía mirar al escenario con la tranquilidad de quien confía en cada giro del show. Weezer demostraba que no venía a repetir fórmulas: venía a revisitar su repertorio con nuevos gestos.
Hubo instantes donde la banda se permitió volver al rock más crudo, especialmente cuando sonó "Undone/The Sweater Song". El público, ya cansado por el día completo, se sentó en grupos sobre el pasto sin perder el ritmo del headbanging suave y cómplice. Era ese tipo de concierto donde incluso los momentos calmados seguían teniendo peso físico, como si la vibración de los instrumentos nunca dejara de recorrer el parque completo.
Y, por supuesto, no podía faltar el gesto lúdico de los covers. Esta vez, en vez de rendir homenaje al grunge noventero como habían hecho en 2019, la banda decidió soltar "Enter Sandman" con una convicción tan juguetona como efectiva. El público respondió con una mezcla de sorpresa y risa feliz, porque esa es la gracia de Weezer: su capacidad de convertir un guiño inesperado en un momento memorable sin impostar grandeza.
El tramo final con "Pork and Beans", "The Good Life" y "Say It Ain't So" funcionó como una despedida cariñosa y contundente, reafirmando que la banda sigue teniendo el talento necesario para conquistar a fanáticos nuevos sin perder a los antiguos. Para muchos, la presentación en Movistar Arena en 2019 fue el encuentro íntimo; lo de Fauna Primavera 2025 fue la consolidación de una relación que ya tomó forma: Weezer no llegó solo a tocar, llegó a reforzar un vínculo. La noche cerró con esa sensación de que esta amistad entre banda y público todavía tiene capítulos por escribir, y que cuando quieran volver, Santiago tendrá los brazos listos para recibirlos.
